La oración es una búsqueda de Dios, pero también es revelación de Dios.A través de ella Dios se revela como Creador y Padre, como Redentor y Salvador, como Espíritu que «todo lo sondea, hasta las profundidades de Dios» (1Cor 2, 10). Aprovechemos la sabiduría de los que han orado antes que nosotros, saboreemos las palabras de la Escritura y de la Liturgia y, sobre todo, permitamos que Dios penetre en nuestros corazones humanos, nos ilumine con su gracia y nos hable.