Alejo Berenguer es un adolescente condenado a la inutilidad social por su inepcia para los estudios, y doña Catalina, una anciana, prisionera del abandono hospitalario, cuya única preocupación es la de no morir en la soledad de la UVI. Por una carta a los periódicos se entera Alejo de la situación de la señora y decide sacarla a dar un paseo.
Doña Catalina encuentra tal encanto en la libertad callejera que se niega a volver al hospital, y a las doce de una noche del verano madrileño se encuentra el joven Alejo con la anciana en su silla de ruedas en medio de la hostilidad de la gran ciudad. Comienza una peripecia insólita, pero coherente, divertida y tierna, en la que todo es posible, en la que una gran variedad de personajes van apareciendo en el momento oportuno y convierten en natural lo que parecía pintoresco. Es una sinfonía urbana y al mismo tiempo bucólica.
Es un esfuerzo más, del autor, por demostrar la importancia de los hombres y de las mujeres, con independencia de su utilidad social.