Un viejo villancico escuchado mientras deslizaba unas pinceladas de color, remueven en Luis un montón de recuerdos. “la Navidad tenía un valor especial, como un ahogado deseo de llorar. Había sentido una gran ausencia de Dios”.
Luis está escribiendo un guión para una posible película. Su novia, que repele el mundo interior donde él se mueve, ha enredado a su padre para que le ofrezca un puesto de responsabilidad en su propia empresa, una agencia de publicidad. Luis ha descubierto ya al ser materialista y egoísta y ha tomado una decisión…
Como los recuerdos que aquel villancico removieron en su alma, un ser mágico, real, un ser que no se ha dejado corromper, que conserva toda la pureza de una niñez feliz, cimentada en el hogar de una familia cristiana; dulce, sensible, con una rica vida interior.
La vida de Luis toma un giro inesperado.
Luis revive las mismas emociones, y siente claramente una llamada interior, aunque todavía sigue pronunciando, con un hondo deseo de esperanza: “si tú existieras, Dios mío”.
La historia se transforma. El proyecto de la película sale adelante; por devolver a un mundo del que se ha desterrado a Dios, la vuelta a los valores naturales, el sentido trascendente de la vida. Y emprenden un rodaje en el que los personajes de la película conviven en paralelo con los personajes reales que interpretan.