Don Pelayo fue un héroe indiscutible, aunque con sus luces y sus sombras. En el amor la suerte no le acompañó demasiado y en lo político, pese a sus hazañas, nunca llegó a ser rey. Siendo joven, formaba parte de la guardia real de don Rodrigo, en el siglo VIII, y fue de los que defendieron su candidatura al trono frente a la de un hijo del rey Witiza. Enamorado y correspondido por Egilona, se resignó a perderla cuando ésta se desposó con el rey Rodrigo. Inasequible al desaliento, pronto se encaprichó de otra doncella de la corte, Florinda, hija del conde don Julián, gobernador de Ceuta.
De nuevo su amor se vio frustrado ya que el rey la sedujo para abandonarla más tarde. Una serie de elementos, el rencor de don Julián, la inquina de los witizianos, la animadversión de los judíos —hartos de las exigencias tributarias de la monarquía visigoda— y la tenacidad independentista de los vascones, que hostigaban por el norte a don Rodrigo y que se agravó con la invasión de la Península en el año 711 por los bereberes, hicieron de don Pelayo un personaje que ha pasado a los anales de la historia como el iniciador de la Reconquista en la batalla de Covadonga.
José Luis Olaizola traza en esta obra un recorrido por la apasionante vida, amores y aventuras épicas de uno de los grandes nombres de la historia de España.