En la exposición de motivos de la Carta fundacional de las Naciones Unidas, aprobada al término de la Segunda Guerra Mundial, se señala la importancia de “preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra que dos veces durante nuestra vida ha infligido a la Humanidad sufrimientos indecibles”, objetivo que pasa por “reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana”, y que se traduce en que un propósito básico de las Naciones Unidas habría de ser “el desarrollo y estímulo del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales de todos”.
A partir de ese momento comenzaron numerosos estudios y reuniones para llegar a una propuesta que determinara cuales eran tales derechos fundamentales, que concluyeron con un texto redactado en Ginebra, fundamentalmente por Rene Cassin, que se aprobó por la Naciones Unidas, sin ningún voto en contra, el 10 de diciembre de 1948, bajo el título de Declaración Universal de los Derechos Humanos. Desde entonces han pasado sesenta años, lo que suele considerarse un momento de especial madurez, y por ello es lógico que se hayan organizado diversos actos para celebrar este aniversario, al que muchos nos hemos querido sumar por la importancia educativa de esta Declaración Universal.
Este libro incluye los trabajos de veintitrés profesores que trabajan en nueve universidades distintas, radicadas en España, Estados Unidos, México y Portugal. Su planteamiento es plural y los asuntos que aborda son muy variados, dentro de la perspectiva de la filosofía de la educación.
Pero todos ellos están unidos por la común idea de que no sólo es acertado que la educación se incluyera entre los Derechos Humanos, sino que el conjunto de derechos que en la Declaración se exponen sólo tienen sentido en la medida en que la persona ha recibido una educación, en la medida en que, por conocer las causas de las cosas, como decía Virgilio, puede alzar su voz en un tribunal, ejercer una libertad de pensamiento con independencia de la mentalidad dominante, profesar una religión capaz de dar razón de sí misma, expresar opiniones dignas de ser oídas, tener voz activa y pasiva en los asuntos públicos o participar en la vida cultural. Es así la educación la más relevante condición de posibilidad para un maduro ejercicio de la mayoría de los derechos humanos.