En la introducción a esta tercera edición, ampliada y revisada, de «Formas de la felicidad», se indica que si Borges decía que, desde la niñez, Stevenson había sido para él una de las formas de la felicidad, lo mismo pueden decir muchos lectores a propósito de los autores cuyas obras se reseñan: Esopo, Joel Chandler Harris, Edward Lear, Lewis Carroll, Walter de la Mare, los hermanos Grimm, Hans Christian Andersen, George MacDonald, Daniel Defoe, Walter Scott, Bret Harte, Emily Brontë, Charlotte Brontë y Louise Marie Alcott; y, naturalmente, a propósito también de la mejor poesía infantil y de los cuentos de hadas, que tienen secciones propias.
Del mismo modo que hizo en «La eficacia del optimismo», acerca de Charles Dickens, y en «Una espléndida sinceridad», sobre Robert Louis Stevenson, el autor apoya mucho su trabajo en comentarios y críticas de G. K. Chesterton, pues uno de sus objetivos es ampliar la información que dio sobre él en «Gramática de la gratitud» y poner así más de relieve su gran agudeza como crítico literario.
De todos modos su propósito principal es subrayar el valor imperecedero de muchas lecturas infantiles y juveniles, históricamente importantes, y contribuir a difundirlas más: que dejen de ser «clásicos» en el sentido chestertoniano de que «un clásico es un libro que se puede elogiar sin haberlo leído», y que más lectores comprueben de primera mano que son libros verdaderamente felices, de los que dejan huella y nunca se olvidan.